Ciszak Dalmas, experimentando cada día
Alberto Gobbino Ciszak y Andrea Caruso Dalmas son “diseñadores sin etiquetas”. Estos dos amigos de la infancia, de Turín (Italia), estudiaron diseño industrial juntos y abrieron su despacho, Ciszak Dalmas, en Madrid, en 2009. Iniciaron su carrera en España con La Clínica Design, un proyecto de reutilización de mobiliario que los hizo famosos (y que sigue en marcha), orientando su camino desde un principio hacia el diseño simple y sostenible. Hoy, Ciszak Dalmas busca dar un paso más y proyectar edificios, en colaboración con el arquitecto Matteo Ferrari. En 2017, Alberto y Andrea diseñaron el interior de la boutique multimarca Ambrosia, para la cual crearon una lámpara de suspensión homónima, que habla desde la geometría y la adaptabilidad. La Ambrosia es un segmento de luz capaz de extenderse y de adoptar diferentes tamaños, ofreciendo así numerosas posibilidades. Marset la ha editado y ya forma parte de su nueva colección.
¿Cuál es vuestro recorrido en el diseño?
Estudiamos en la Politécnica de Turín y luego hicimos prácticas: Alberto con Inga Sempé, en París, y yo en Artemide y en Pininfarina; todos estudios de diseño de producto. Nosotros nacemos como diseñadores de producto, como diseñadores industriales. Estuvimos en Turín hasta los veintipico, buscando un máster, e hicimos un viaje a Madrid, donde encontramos un máster en IED que nos interesaba mucho. Ese máster nos llevó a viajar por Europa y entrar en contacto con el mundo laboral. Fue ahí que nos enamoramos un poco del diseño más libre, no tan industrial: conocimos el diseño de espacios, en experiencias efímeras, también el gráfico… nos abrimos el campo, nos convertimos en ‘diseñadores’, sin más etiquetas.
¿Y nació el estudio?
En 2009 montamos el estudio y empezamos a hacer un poco de todo: foto, vídeo, comunicación… paralelamente, lanzamos una pequeña marca de muebles que se llama La Clinica Design, desde la que diseñamos muebles con artesanos de Madrid. Hicimos un esfuerzo de comunicación para que esos prototipos acabaran pareciendo casi una marca, y de ahí nos cayeron una avalancha de definiciones, pero realmente no estábamos preparados para tener una marca. Éramos muy jóvenes y no sabíamos muy bien qué hacer con ella, pero la colección nos sirvió para darnos a conocer y tener nuestros primeros clientes. De ahí, dimos el salto al diseño de interiores: el primer gran proyecto fue para Max & Co., que nos pidió el diseño del mobiliario de toda la tienda a nivel internacional. Esa primera experiencia nos introdujo al retail design, que a día de hoy es una de las patas más importantes del estudio. Después diseñamos para Malababa, Ambrosia, y también para Zara. Viajamos a China durante un año y allí hicimos tiendas para la marca Only. Los proyectos más recientes son Gisela, en Málaga, y Hoff, aquí en Madrid.
¿Qué es para vosotros el diseño? ¿Qué os fascina de vuestro trabajo?
El diseño es una disciplina social compleja que debería mejorar la calidad de vida de todas las personas y ayudar al medio ambiente. Hasta que esto no se consiga –estamos lejos–, habrá muchísimas oportunidades para todos los diseñadores. Nos fascina la investigación libre a nivel de materiales. Nos encanta trabajar con muchísimos tipos de materiales, y en el estudio tenemos una materioteca que se amplía todos los días. Hacemos experimentos con pequeñas muestras, investigamos en texturas y acabados y luego los aplicamos tanto a espacios como a productos. De hecho, nuestro lema es “experimenting every day”, porque una gran parte de nuestra filosofía se basa en la experimentación. Hacemos ediciones limitadas con artesanos, diseñamos cortinas, papeles de pared, joyas, piezas de cerámica, tapices, kimonos, lámparas… el diseño es muy amplio y nos encanta porque es una disciplina libre y creativa, que se puede adaptar a cualquier ámbito y que resuelve problemas. También hay una parte muy analítica en el diseño, donde hay que tener método, seguimiento y estudio. Entendemos el diseño como algo multidisciplinar y holístico, donde el resultado final es solo una imagen de un largo proceso. Quizás las disciplinas donde mejor se ven los resultados son el diseño de producto y de interiorismo. Ahora estamos tratando de dar el salto y hacer arquitectura, pequeños edificios, junto con nuestro socio, el arquitecto Matteo Ferrari.
¿Quiénes son vuestros referentes?
Hay varios, pero Carlo Scarpa nos gusta mucho. Es italiano, es antiguo, es arquitecto también, y tenía un gran interés por el detalle: aun haciendo arquitectura, dedicaba un gran esfuerzo por ocuparse de hasta el último detalle. También nos gusta Castiglioni, que tenía un proyecto muy lúdico, una obra muy espontánea e intuitiva, y trabajaba con procesos artesanales e industriales a la vez. Son gente que nos inspira porque, de nuevo, ves que detrás de la sencillez hay mucha cultura, mucha discusión: hay una historia detrás de cada objeto. Y, por supuesto, nos encanta el diseño anónimo que, más que un diseñador, tiene una evolución. Representa justamente lo que entendemos que es el diseño: que todo el mundo es diseñador, que toda persona que coge un objeto, lo modifica, lo utiliza y le da una vuelta, es un diseñador. Los objetos mutan como el idioma: en función de las necesidades de las personas. Y hay objetos que todo el mundo usa, que nadie sabe quién ha diseñado y que, sin embargo, son los mejores. En esta línea, nos inspira Enzo Mari, que hablaba mucho de la ética del diseño y de cómo este tiene que estar al servicio de las personas. Criticaba el hecho de que los diseñadores sueñan con el hecho de poder firmar un objeto. También Castiglioni decía que hay más sillas que culos, y que al diseñador a veces se le olvida que hay necesidades por resolver.
¿Qué hay del artesanado?
La artesanía es fundamental. Si los artesanos no existieran, nosotros no tendríamos trabajo. En este aspecto, nos gusta pensar en el diseño como una disciplina colectiva. Se diferencia del arte, que es meramente individual y está al servicio del mercado. Sin embargo, el diseño está al servicio de las personas, es para todos, más democrático e inclusivo. Enzo Mari decía que mientras el artista trabaja individualmente y para la élite, el diseñador trabaja colectivamente para resolver problemas de todos.
Antes comentabas que os gusta experimentar, investigar y conocer nuevos materiales. ¿Os inclináis por alguno o algunos en específico?
En principio, todos los materiales naturales nos fascinan porque nunca presentan los mismos acabados y tienen la capacidad de sorprender, pero también estamos abiertos a utilizar materiales industriales. Todos los materiales son generosos porque siempre sirven para algo específico y se pueden adaptar a otras aplicaciones.
¿Qué importancia dais al valor de la sostenibilidad en el diseño?
Nuestro primer proyecto, La Clínica, fue de reutilización. Hace muchos años practicamos “las 3 R” –reutilizar, reducir y reciclar– e hicimos varias piezas bajo ese concepto, pero ahora esto se ha quedado un poco antiguo. Lo que estamos tratando de hacer en su lugar es directamente diseñar los materiales con la naturaleza. Y ahí entra una nueva autora que nos encanta, Neri Oxman, que investiga en el MIT. En la búsqueda de materiales alternativos, hay muchísimo campo por recorrer. No somos expertos pero estamos tratando de tirar por esta línea, y ya llevamos unos meses produciendo materiales, fundamentalmente bioplásticos. Todo es empezar por poner un límite a los materiales que pueden tener un impacto negativo y sustituirlos.
Háblame sobre la Ambrosia. ¿Por qué nace esta lámpara?
Nace de un proyecto de diseño para la tienda Ambrosia (de ahí el nombre), ubicada en la calle Claudio Coello de Madrid. Es una boutique multimarca de lujo, y nuestro estudio la reformó enteramente, definiendo la arquitectura de interiores, el mobiliario y la iluminación. Al entrar en la tienda te recibía un mueble especial, la caja, producido combinando varios materiales como la madera maciza de nogal y el mármol onix, y para ello quisimos diseñar una lámpara acorde a la importancia del mueble.
¿Qué os inspiró?
La practicidad de los productos linestra, que en un solo objeto resuelven todos los aspectos técnicos de una luz LED, siendo de una elevada simplicidad de producción y de bajo coste. Quisimos investigar su uso, cambiando su percepción de algo técnico a algo poético, aunque actualmente Ambrosia está producida con una técnica más “inteligente” que el modelo original: ya no usa el sistema linestra en el que nos inspiramos inicialmente, sino que aprovecha el proceso de extrusión linear para alcanzar los cuatro distintos tamaños de la colección.
¿Cómo fue el proceso?
Exploramos técnicas artesanales que no requiriesen grandes inversiones para la producción de una pieza única. Tras varias pruebas y prototipos, llegamos a utilizar el modelo linestra, una tira LED prefabricada en varios tamaños estándares, fácil de instalar y muy accesible. Este sistema nos permitía crear una composición “a segmentos” de una longitud preestablecida, resolviendo de una sola vez todos los aspectos técnicos como el cableado, el transformador y la fuente, que quedaban integrados en un solo componente. Para ocultar el enganche plástico de la linestra y así terminar el diseño de la luminaria, creamos un cajetín cuadrado soldado con platinas de latón, que solo dejaba a la vista el tubo luminoso. Fue un ejercicio de simplicidad, uniendo practicidad y estética.
¿Lo lograsteis?
El reto de esta lámpara es que sea invisible: que se integre dentro del espacio y desaparezca. No tiene que llamar la atención ni comerse la arquitectura, sino integrarse en ella y resaltarla: debe estar al servicio de ella, más que robarle el protagonismo.
¿Habéis experimentado algo especial, haciendo esta lámpara?
Cada diseño tiene su proceso, algunos se caracterizan por una explosión de creatividad, otros por rachas de impulsividad, otros por un análisis y desarrollo atento y meticuloso. Ambrosia fue diferente: todo se jugó alrededor de una simple y mínima línea –geométricamente hablando, un segmento– de luz. Crear un producto tridimensional a partir de una figura geométrica bidimensional suena apasionante. Se podría decir, por divertirnos con las palabras, que Ambrosia es un salto dimensional de línea a volumen, de la segunda a la tercera dimensión.
¿Qué os gustaría que los clientes pensaran cuando vieran la lámpara?
Que valorasen que la lámpara no es un producto finito, sino un sistema abierto, capaz de extenderse y recorrer diferentes proporciones: se puede adaptar a un punto específico, como encima de una mesa o una recepción, puede extenderse para seguir la dirección de un pasillo, o multiplicarse para iluminar una sala más amplia. El sistema se adapta a cada espacio interior, tan solo hace falta jugar con la familia y crear la composición más idónea.
¿Qué aporta la Ambrosia al mundo del diseño?
Un diseño fácil de adaptar a diferentes ambientes mediante un sistema abierto, accesible, y limpio visualmente. Aporta luz sin decoración. Luz, y basta.