Diseñar para cautivar: 10 preguntas con Christophe Mathieu
Christophe Mathieu es uno de los diseñadores con más trayectoria de Marset. Entre sus lámparas de éxito se encuentran la Discocó, que ahora existe también en madera, la Bicoca, la Nº 8 y la Piola. Según él, la calidad de la luz determina si una lámpara perdurará en el tiempo, y la concibe como un objeto con el que se convive, por lo que debe ser un elemento que comunique por sí mismo. Conversamos con él sobre su proceso creativo, sobre lo que hay detrás de sus lámparas, y sobre cómo el diseño de los objetos debe huir de lo anodino.
¿A la hora de diseñar una lámpara, ¿cómo empiezas tu proceso creativo?
Cuando algo te sale bien, lo más lógico es tratar de repetirlo. Pero yo trato de cambiar la manera de empezar mis proyectos, para no cerrarme en una sola forma de hacer las cosas. Lo que a mí me funciona es trabajar todos los días. Me inspiran las cosas que veo en el día a día, pero si no me siento a la mesa, las cosas no salen. Así que me gusta sentarme en mi mesa y dibujar. Dibujo a lápiz, de hecho tengo la mesa llena de lápices, también de colores, reglas… todo bastante tradicional. Me siento, hago unas líneas, y después hago maquetas.
Hago un listado de deseos, “¿qué quiero que tenga esta lámpara?”, como un briefing. Y para encargos, me gusta conversar mucho con el cliente, creo que eso es muy importante. Además, trato de leer mucho, sobre todo biografías y entrevistas de diseñadores que me inspiran.
¿Quiénes te inspiran?
Vico Magistretti, Carlo Scarpa, los hermanos Castiglioni, Konstantin Grcic, Jasper Morrison.
La Discocó, una de tus lámparas de éxito, lleva un buen recorrido en el mercado. ¿Cómo la ves después de tanto tiempo?
La Discocó es una lámpara muy querida para mí, le tengo mucho cariño, y de hecho la tengo colgada en casa, encima de la mesa donde comemos cada día. Muchas veces me pregunto por qué sigue funcionando tan bien, y creo que reúne varias características clave: da una luz buenísima –directa hacia abajo, reflejada, e indirecta–, y tiene un juego de luces importante, porque cada disco hace de reflector, con lo cual no es una lámpara aburrida. El objeto, en sí, es llamativo: te puede gustar o no estéticamente, pero no resulta indiferente, es una lámpara ligera y jocosa. Y, por supuesto, está muy bien hecha: Marset hizo un desarrollo excelente, las soluciones técnicas son muy simples y es muy fácil de montar.
¿Qué me dices de la Bicoca?
A mí no me gustan las cosas aburridas. Y algo de lo que me he dado cuenta durante los últimos años, es que me gusta hacer cosas que todo el mundo pueda entender: no quiero marcar una distancia entre el diseñador y el público. No me interesa hacer productos para intelectuales, pero eso no significa que uno haga cosas vulgares. Hubo una época en que parecía que ser ‘comercial’ era peyorativo, y yo creo que no, que un producto comercial es aquel que gusta mucho y a mucha gente precisamente porque está bien hecho y bien pensado.
Hay cientos de lámparas de lectura. ¿Qué aportas tú con la Nº8?
La Nº8 fue un encargo. Me pidieron que tuviera un tubo flexible, y de lámparas así, hay muchísimas en el mercado, y muy baratas. Ante eso, tenía muy claro que fuera lo que fuera lo que yo iba a hacer, tenía que ser diferente a todo lo que había. Normalmente estas lámparas tienen un foco muy pequeño y en consecuencia se tiende a minimizar la lámpara entera, se hace la cabeza lo más pequeña posible. Yo dije: “no voy a entrar en ese juego”, quise hacer algo decorativo y que no se avergonzara de ser visto.
Y la madera no es tan común en este tipo de lámpara. ¿Qué podrías contarnos al respecto?
No, no las hay de madera. Pero las cualidades que tiene la madera, el olor, el tacto… me dieron la idea de aplicarla a la esfera. Y este tipo de lámpara se tiende a tocar bastante, porque tienes que ajustarla a lo que te vaya bien en cada momento. En lugar de moverla por el tubo, me pareció que hacerlo por la pantalla y que eso implicara coger una bola de madera entre las manos podía ser bastante sensual.
La Piola tiene mucho movimiento, parece que casi pueda bailar. ¿De dónde nació esta idea?
Desde el primer momento, eso era lo que quería transmitir. Es curioso, porque mucha gente que me la ha comprado tiene relación con el mundo de la música. Me inspiré en imágenes como las cintas de las gimnastas rítmicas, los turbantes, también en el museo Guggenheim de Nueva York. E igual que la Discocó, la Piola tiene un elemento que apantalla la fuente de luz, en este caso la cinta en espiral, que crea unos espacios, como unos escalones, por donde sale la luz, y donde se refleja.
Antes decías que no te gustan las cosas aburridas. ¿A qué te refieres con esto?
Con los años lo tengo cada vez más claro: no creo que hayamos venido a esta vida a aburrirnos. Entonces, los objetos anodinos no me interesan. No me gustan las casas grises, donde todo está recto y serio… y a veces parece que, si quieres que algo dure en el tiempo, tiene que ser serio, ¿sabes? Y no estoy de acuerdo. Yo le doy gran importancia al color, por ejemplo. Llevo años dando batalla con eso, porque creo que influye muchísimo en el estado emotivo y anímico de las personas. A mí me gusta que los objetos con los que convivo me alegren la vida. Ahora estoy leyendo un libro dedicado al color, I don’t have a favourite colour, de Hella Jongerius, que es la responsable del color de Vitra, es extraordinaria. Me lo estoy pasando pipa.
¿Qué ves cuando ves una lámpara diseñada por ti?
Depende. A veces, te arrepientes de que algunas cosas salgan al mercado, y no hay nada malo en ello. Otras veces, ves diseños y sí te sientes contento, pero enseguida ves las cosas que se podrían haber hecho mejor. En el resultado de un producto –tanto en el éxito como en el fracaso– intervienen muchas personas, como las que determinan si ese producto se va a hacer, o las que conforman el departamento técnico, sin el cual yo no soy nadie. Eso lo decía Vico Magistretti. Por eso me gusta trabajar muy unido con la empresa. Y cuando veo una lámpara que diseñé hace años y sigue funcionando, que sigue gustando (a mí y a los demás), no te voy a engañar: me da una gran satisfacción.
¿Cómo ha sido tu trayectoria en Marset?
Son muchísimos años. Lo veo como que hemos crecido juntos. Cuando conocí Marset, era muy distinto de lo que es hoy, y siento que de alguna manera se ha convertido en lo que yo soñaba. Yo tenía una idea de lo que quería llegar a ser dentro de Marset, y es curioso y bonito porque ha ocurrido así. Me siento muy identificado con Marset ahora.