Joan Gaspar habla de la colección Ginger
Joan Gaspar aprendió el oficio de diseñador industrial trabajando con Lluís Porqueras a finales de los años ochenta del siglo XX, en una pequeña editora de lámparas en el barrio del Poble Nou de Barcelona. Desde entonces ha diseñado infinidad de productos, regidos por la simplicidad como máxima incuestionable, con especial dedicación al sector de la iluminación. Pero, además, pronto cumplirá dos décadas como director de producto de Marset. A Gaspar le interesa hablar de lo que no se ve en las lámparas. Lo que se ve, dice, es obvio. Se nota que disfruta encontrando soluciones a cualquier cuestión que se le presente, papel y lápiz en mano, o dándole vueltas al objeto. Que le gusta dejar bien atados todos los cabos.
–He contado 25 productos tuyos en el catálogo actual de Marset. Imagino que has diseñado bastantes más ¿Qué aporta la última, Ginger, al universo lámparas?
-Quería trabajar con un nuevo material y tecnología aplicada por primera vez al sector. La conformación a alta presión de varias hojas de madera y papel permite realizar un plato de lámpara muy delgado, de solo 4 mm. Si utilizas un contrachapado sería el doble. Además, al ser un bimaterial se puede utilizar la cara blanca en el interior para trabajar la reflexión de la luz. El portalámparas es una “chincheta” de aluminio que incorpora LEDs y una óptica especial para abrir el haz de luz, aunque no tiene ningún aspecto de portalámparas. Para disipar la temperatura que transmite el LED he preferido no crear ranuras, sino dar algo más de grueso al aluminio y mantener intacta la pieza. En su conjunto es una lámpara excepcionalmente plana y lisa.
–Tanto Ginger como el foco Polo utilizan LEDs ¿Qué le falta a esta tecnología para ser la fuente de luz perfecta?
-En el inicio era poco potente y muy invasiva. En muy poco tiempo se ha logrado que además de alto rendimiento y bajo consumo, los LEDs sean cada vez más cálidos, más pequeños, con mejor calidad de luz. La gran revolución es que puedes construir tu propia fuente de luz. Haces tu portalámparas a medida. No necesitas ir a buscar nada.
–Muchos diseñadores tenían nostalgia de la incandescente ¿Tú ya la has superado?
-Parecía un pequeño desastre que retirasen las bombillas. Al principio hice mucho stock. Cuando encontraba blancas, compraba e iba guardando. Pero ya se me ha pasado la nostalgia. Ahora, además, hay LEDs con forma de bombilla blanca y una luz que es una maravilla. También existen aberraciones. Pero bueno, vamos bien. Y te permite diseñar lámparas con fuentes estándares. Nosotros trabajamos la iluminación a través del objeto. Tienen que iluminar bien, pero también decorar.
–Con los LEDs, las lámparas cada día más delgadas, reducidas. Parece que vayan a desaparecer.
-En realidad puedes hacer lo que quieras. Llegará el momento en que ya no se dirá si lleva o no LED. La cuestión es que da mucha libertad. También puedes aplicarlos a lámparas de gran formato, como en la Soho de 112 cm de diámetro. El otro día la vi colgada en un mercado de Barcelona y me hizo mucha ilusión. Lo importante es si son que procuran buena luz y son bonitas.
-Llama la atención la simplicidad de tus diseños.
-No me gustan las cosas de tendencia. Es difícil estar al margen, las revistas, los medios de comunicación, la calle. Pero para mí el valor está en la simplicidad, en lo bien hecho, en que duren años. Que sea sencillo no quiere decir que el proceso para llegar a ello lo sea. Puede resultar muy complejo. Mi maestro fue el diseñador Lluís Porqueras. Empecé a trabajar en su empresa Vapor a finales de los 80. Y todo lo hacía fácil. Los objetos han de estar en un lugar sin hacer ruido, no ser estridentes. Si encuentro algo espectacular, de entrada ya sufro.
– ¿Cuál es motivo de relanzar la lámpara Funiculí, diseñada por Porqueras en 1979?
-Es un homenaje a Lluís Porqueras muy sincero. Aprendí el oficio con él. De todas, es la mejor que hizo. La vendió mucho en su tiempo. No obstante, por falta de medios en aquella época no pudo fabricar, por ejemplo, un molde para la pantalla. Aprovechó una pieza industrial que existía. Ahora la producimos completa con todas sus prestaciones, que son muchas.
–Cada periodo ha tenido sus materiales, tecnologías ¿Cómo crees que en un futuro se recordará el 2014?
-Se verán las cosas muy bien hechas desde el punto de vista tecnológico. Pero la percepción será que hay una mezcla de épocas. Aunque todo más cálido, más suave, más tranquilo. La gente tiene ganas de descansar, que las cosas sean normales. Cuando yo empecé a finales de los 80 y 90 en Barcelona, todo lo que se hacía era tremendo. Aquellos bares de diseño, con cromados y negro, ahora los encuentro horribles. Pero a la vez fue muy importante, porque supuso el arranque de las empresas. Los diseñadores entonces vendíamos humo. Todo el mundo quería ser moderno, o falso moderno.
–También la revisión de tipologías hoy es una constante.
-Es difícil inventar nuevas tipologías de lámpara. Lo hizo Castiglioni con Arco y Parentesi. O el flexo articulado de sobremesa con muelle de George Carwardine. Yayaho de Ingo Maurer fue revolucionaria, coincidiendo con la aparición de la halógena. Hoy parte de la innovación reside en aplicar nuevos materiales y tecnologías.
– Aunque también diseñas otros productos, te has decantado hacia la lámpara ¿Qué retos plantea este sector?
-Es más fácil diseñar una lámpara que una silla. Tienes la dimensión de la luz que hace que el objeto cambie al encenderlo. Es una ventaja porque enriquece el producto.
–Como director de producto de Marset ¿cuál es tu misión?
-La de curator, ver cuál es la percepción de cada lámpara, la calidad de luz. Cuando entré en Marset en el año 1996, habían dado ya algunos pasos hacia un producto más contemporáneo. En esta dirección fuimos profundizando. También creo importante buscar otras tecnologías para hacer un producto diferente. En el 2000, por ejemplo, introdujimos el plástico en la firma con una propuesta bastante arriesgada. Y nos dio muchos éxitos. La lámpara Atlas era entonces un foco muy inusual metido dentro de una carcasa transparente, que lo sujeta. Todo se monta únicamente con dos piezas, sin tornillos e incluye una rotula para mover la cabeza. El policarbonato, además, genera brillos suplementarios que le dan otra calidad. Cuando la presentamos hicimos dos versiones una opaca y otra transparente, que era la que nos daba miedo, nos parecía que iba demasiado allá, y es la que triunfó. El catálogo de Marset lo tengo muy interiorizado y de tanto en tanto hago propuestas propias.
–El trabajo incluye también descubrir nuevos talentos.
-En Marset recibimos muchas propuestas. Y sólo alguna se hace. La lámpara Scantling de Mathias Hahn la vi en una web donde se publican prototipos. Lo llamé, la incorporamos al catálogo y hoy es un gran producto. Existe esta posibilidad entre mil. Publicar sin estar producida: esto lo hacen mucho los jóvenes. Yo sería incapaz. Antes se publicaba lo hecho. Hoy, la propuesta. Soy de la vieja escuela.